miércoles, 25 de noviembre de 2020

PROYECTO SOBRE MADRES ADOLESCENTES 02= EL CUENTO EJE

 EL CUENTO EJE DE LAS MISIONES

 

CUIDADITO CON LO QUE TE CUENTAN: A LO MEJOR SON PUROS CUENTOS

(UN CUENTO SOBRE EL EMBARAZO ADOLESCENTE)

 

Ana Bertha, de 16 años, estudiaba la carrera de Programación en el turno de la tarde del CETIS 14. Era una muchacha normal, al igual que tú y muchos jóvenes: llena de vida y de entusiasmo, de problemas y desencuentros.

Un día, en la fiesta de una quinceañera, Betty conoció a Luis Roberto, un muchacho muy “carita” y simpático, de esos que hacen reír a todos con sus chistes y sus ocurrencias. Este chavo le llevaba como 6 ó 7 años; ya era un adulto, pues, y tenía mucho “pegue” con las mujeres.

Casi todas volteaban a verlo (las que no, era porque tenían novios celosos que vigilaban muy de cerca sus miradas) y él miraba a todas. Sin embargo esa vez, Luis la eligió a ella como centro de su atención durante toda la fiesta. Las presentaciones, un ligero cortejo, coqueteos (también los hombres coquetean, ¿eh?), las alusiones a lo hermosa que era y la enorme labia de Luis, dejaron a Betty con el corazón latiendo de alegría.

Una semana más tarde, esta princesita -pues toda jovencita es una princesa- aceptó ser la novia de este príncipe azul –como las galletas “Príncipe”- que había llegado a llenar su vida de ilusiones. Desde entonces, la princesa Betty vivía enamorada de ese bello muñequito de los sueños, ignorando que como buen príncipe, no trabajaba y medio estudiaba en el CUCEA, que como saben Ustedes, no está tan lejos de aquí de la escuela.

Los nuevos novios platicaban de tantas cosas alegres, compartían los chismes y más de   una vez, ella retrasó su llegada al CETIS para encontrarse con su flamantísimo amor en diversos lugares como Plaza Patria y cuando se incorporaba al CETIS, le daba a los maestros las muy novedosas explicaciones de que o no pasaba el camión o de que había tenido que acompañar a su mamá al Seguro Social (IMSS) porque se ponía malita.

Para nuestra tranquilidad, esta dulce señora, que desconocía andar con la salud deteriorada, disfrutaba en casa de su programa preferido de superación personal: “La Rosa de Guadalupe”. Esa tarde, precisamente, el ansiado capítulo trataba acerca de las lágrimas dolorosas de una pobre madre que de rodillas le rogaba a la Morenita que le hiciera el milagro de que su hija dejara su noviazgo con un malviviente mantenido de lo peor con el que se citaba en distintas plazas comerciales de la ciudad, le rogaba con el llanto más sentido que entrara en razón, que dejara de faltar a las clases y que le diera la fuerza para que fuera alguien el día de mañana.

Quince días más tarde, con esa confianza tan sólida que únicamente logran construir quienes se aman de verdad, o sea, Betty se armó de valor y le confesó a Luis que ya no era virgen, que había tenido dos o tres parejas sexuales, que la habían dejado destrozada sentimentalmente, pero que gracias a él, había recuperado la confianza en sí misma; o lo que es lo mismo, “Muchas gracias, mi amor”: ¿ya ven que sí se puede volver a confiar?

Y pues, en intercambio, Luis, con un llanto muy digno, como sólo lloran los verdaderos hombres, le confesó que… ¡era estéril!, que Dios, en su infinita sabiduría, y sólo Él sabía por qué, no le había concedido la felicidad de ser padre alguna vez. “¡Y pensar que había tantos hombres que nomás andaban por la vida dejando hijos regados por aquí y por acá!”, añadió con amargura!

Otra semana más tarde que las anteriores, Luisito se puso medio atrevidito con sus caricias y le propuso a Betty que tuvieran relaciones sexuales porque… era lo más natural entre dos seres que, como ellos,  habían sido hechos el uno para el otro. La chica dudo por unos instantes, pero luego se negó rotundamente explicándole al ansioso jovencito que las experiencias anteriores la habían hecho sentir muy sucia. Arrepentido, él le dijo muy convencido que ella tenía mucha razón y le pidió perdón besándole las manos.

Y llegó la siguiente semana. Luis se reunió con esta enamorada muchachita para anunciarle que no se verían ni el miércoles ni el jueves porque tenía que estudiar muy duro para sus exámenes parciales y no quería defraudarla ni a ella ni a sus papás: ¡qué muchacho tan maduro! ¡Ojalá así fueran todos!

Betty, segura y orgullosa de ser la novia de ese hombre tan ideal, emocionada por la fortuna de que entre todas, algunas mucho más bonitas, se hubiera fijado en ella. No hay duda que Dios se lo había mandado para compensarla de tanto dolor que había pasado con otros. Comprendió muy bien cuantos esfuerzos y sacrificios hacía desde que estaba con ella, sin decirlo, claro está, pues Luis era, aparte de todo, tan modesto. Betty ya soñaba con cosas como la boda, una casita, un coche… para cuando él ya estuviera trabajando como Licenciado en Negocios Internacionales.

En ocasiones se preguntaba cómo serían los papás de Luis, ¿la aceptarían? ¿le pondrían peros por ser tan joven? ¿Y sus cuñadas? ¿Cómo la recibirían?

Y muy pronto fue el miércoles de una semana más. Cuando se suponía que Luis estaría contestando el muy difícil examen de la materia de “Marco Jurídico de las Empresas”, Betty fue a un mandado a la altura de Madero y Enrique Díaz de León y aunque era morenita y había tanto sol, emblanqueció al instante al ver una güera muy guapa que, sentad en una banca de la placita del Expiatorio, acariciaba el cabello de Luis. La pareja reía e intercambiaban bromitas pero bien contentos; nunca se dieron cuenta de que Betty había pasado junto a ellos.

Para el viernes, cuando ya debían haber pasado los difíciles exámenes de Luis, él llegó muy quitado de la pena a verse con Betty. Ella le pregunto por la güerita y su novio le contestó que se trataba de una amiga de antaño medio resbalosa y enfadosa que se había encontrado al ir al templo del Expiatorio para agradecerle  a Dios que lo había iluminado en el examen. Como no supo cómo quitarse de la encima, no tuvo más remedio que estar aguantando sus molestos mimos; desde luego nada serio… hasta tuvo que irse de inmediato a su casa para quitarse el aroma de aquella güera insistente.

Los días siguientes, Luis procuró con mucho disimulo que otras compañeras de Betty le coquetearan mientras la esperaba a la salida del CETIS 14 “Emiliano Zapata”. Y desde luego, Betty no podía esconder ni sus celos ni su enojo. Y Luisito, como sin nada, como mosquito muerto, como quien no rompe un plato, con esos ojitos tan llenos de inocencia. Eso sí, cómo se quejó de esas morras tan resbalosas… ¿que no se daban cuenta que él estaba comprometido y que la novia oficial era Betty? ¡Qué falta de respeto! Y a Betty se le borraron los celos y el enojo como por arte de magia.

Al otro día, Luis llegó armado de nuevas y atrevidas caricias y volvió a insistir  en tener relaciones, con la bonita aclaración que él no la obligaría y si decía que no, iba a respetar su decisión y sabría esperar… pero mejor que se apurara, porque las ganas lo estaban matando.

Betty, temerosa de la competencia, con tantas coquetas y muchachas bonitas de la escuela y recordando lo atrevidita de la güera aquella, solamente puso una condición recordando sus clases de Biología: que Luis usara condón; de repente, Luisito, muy dolido, le recordó su desgracia, su vergüenza de su esterilidad y se puso triste, muy muy triste (ay, sí. Muy muy).

Betty no dejaba de pedirle perdón toda conmovida mientras a Luis se le escapaban las   lágrimas por la desconfianza sufrida. Arrepentida de haber lastimado a este chico tan sensible y desdichado, Betty accedió a lo que Luis le pedía, y cedió… y todo se dio, aprovechando que los padres de su novio se habían ido de compras al tianguis y la casa estaba sola.

Cuando todo pasó, ambos se vistieron viéndose a los ojos llenos de brillo, de tantísimo amor. Luis entusiasmado le comentaba de sus grandiosos planes para el futuro, de un proyecto de vida juntos. Se fueron platicando por las calles vacías sobre la boda, quizás hijos adoptados, el coche, una casita, viajes, una vida envejeciendo hasta que la muerte viniera a separarlos. Tomaron su 636A y bajaron en Tabachines junto al OXXO y al pasar afuera del TaquiTaco sonaba la canción “Él me mintió”, una canción de una melenuda de pelo como electrizado que se llamaba Miguel o algo así; que nombre tan raro para una mujer… ¿Qué no pudieron haberle puesto algo más femenino, por ejemplo, “Amanda”?

Unas horas después, Betty no hallaba cómo resolver un problema de Geometría Analítica sobre una cosa rara que se llama “elipse” y pensó “¿Y eso para que me va a servir en la vida? Quizás en cuanto termine el CETIS, si no antes, nos vamos a casar”.

Al mismo tiempo, allá en CINEPOLIS de Centro Magno, Luis y una pelirroja se besaban con ganas sin poner atención a las emociones y a la acción incesante de la incomprendida película de estreno “Geotormenta”.

Otras tantas semanas más y un martes, Betty se lo dijo: un niño o una niña crecía ya en su vientre. Luisito se puso pálido recordando lo impulsivo que eran los hermanos de ella, pero pronto se repuso y acusó a Betty, ¿de qué creen? ‘Pos sí, de qué otra cosa iba a ser, de que la criatura no podía ser de él. ¿Qué no le había quedado claro que el destino le había negado el don de engendrar hijos, ¡híjole ojalá fuera cierto! Pero los análisis habían sido contundentes… y ahí fue cuando el machito se puso fúrico.

Casi le pega ofendido por esa mentirosa, traicionera, y el que daba por ella la vida entera… Si hasta había pensado en formar una familia con ella. Qué bien lo había engañado con su carita de mustia. Sí. Qué bonito hubiera sido esa familia (en cuanto egresara del CUCEA y una palanca lo colocara en una buena chamba donde hubiera muchas secretarias y empleadas buenísimas… para los negocios internacionales). Y todo ¿para qué? ¿Para que ella se hubiera burlado de sus sentimientos y se hubiera metido con quién sabe cuántos mientras él se mataba estudiando todo ilusionado y para ser el último en saberlo? No le cupo duda de que todas las viejas eran iguales.

¡Qué tristeza y cuanta desilusión! Betty se sentía más y más confundida con cada reproche, su llanto arreciaba, lloraba y lloraba hasta que súbitamente le vino a la mente como un relámpago de agosto una serie de dudas: ¿Y si lo de la esterilidad fuera estéril? ¿Y si Luisito sólo fuese un maldito seductor que la había hipnotizado tan sólo para gozarla?

Desde esas dudas, disparó una pregunta contra Luisito: “¿Estás dispuesto a hacerte una prueba de ADN?”. El pobre inocente con la indignación en la cara y un misterioso gesto de dolor, semejante al de un santo sufriendo en silencio, se dio cuenta que la gente que pasaba se les quedaba mirando, por lo que contestó que sí, con una serenidad bajada del cielo y quitándose con el dorso de la mano izquierda un charquito de lágrimas que habían llovido en su rostro.

 Betty pensó que de paso, esa prueba de su mal paso le demostraría a Luis que ella no era una de esas innombrables de cinco letras a las que… Ay, que Dios nos perdone, creo que les dicen “locas”. Se pusieron de acuerdo para verse al día siguiente, como a las 10 de la mañana en el laboratorio que está frente al Hospital de Zoquipan para hacerse ese análisis- dicen que sale un poco caro- y demostrarse uno al otro, dos cosas diferentes. Él se fue sin abrazarla fingiendo una profundísima desilusión.

Cuando se separaron, Betty caminaba muy lentamente sin parar de llorar, como si ya hubieran llegado los aguaceros de mayo. De pronto, sintió una comezón en unos granitos que le habían salido hace unos días en sus genitales; Luisito, muy apresurado, fue a su casa de la Coronilla pues ya estaba hasta la coronilla de soportar tanto dramatismo de Betty.

Luego se trasladó al centro de Guadalajara pensando en lo ingrata  que había sido Betty que en lugar de agradecerle el favor que le había hecho al fijarse en ella al devolverle la confianza en el amor, a ella tan ordinaria, tan común como cualquier otra niña.

Pero acordándose de lo bronco de sus cuñados, pidió la parada y tomó un 275A y se fue directito a la Central Nueva. Bajó en el módulo 6, donde está su línea favorita Ómnibus de México, la que siempre agradece su preferencia. Llegó a uno de los mostradores y con un guardadito que le había tomado prestadito a sus padres, compró un boleto con destino a Delicias, Chihuahua mientras se iba saboreando de la delicia de mujeres que había por aquellos rumbos.

Meses después pudieron pasar cosas como estas:

a)    Betty tuvo a su hijo. Trabaja y sigue estudiando. Está ´por salir del CETIS o ya egresó.

b)     Betty tuvo a su hijo. Trabaja muy duro y ha dejado de estudiar.

c)      Betty abortó, pero ha seguido estudiando (quizás también chambea).

d)     Betty abortó, trabaja y ya no va a la escuela (a lo mejor le da vergüenza o no le ve ningún beneficio)


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